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Buscando el sentido de la vida

¿Realizas tus actividades únicamente porque la familia, amigos o sociedad esperan que lo hagas?

¿Te encuentras sin un rumbo definido en la vida?

¿Crees que tus acciones pueden ser buenas o adecuadas; pero no te satisfacen como quisieras?

¿Has escuchado o visto que otras personas a tu alrededor disfrutan y se encuentran más entusiasmadas que tú en cuanto a su vida personal, profesional, laboral o espiritual?

 

Si la respuesta es afirmativa, al menos a una de las preguntas realizadas, representa que aún no has descubierto tu sentido de vida, es decir, el propósito que le otorga una razón de ser a tu existencia.

Más allá de los convencionalismos sociales sobre el éxito o el triunfo mediante el reconocimiento, estándares de belleza, logros profesionales, estatus social, posicionamiento u otros, cada vez se hace más evidente el sufrimiento emocional humano sin aparente motivo, el cual se deviene en un estado de tedio, hastío, falta de motivación, conformismo o confusión interna, en donde, desde una perspectiva externa, impresiona la falta de razones contundentes que lo activen y, ante una evaluación diagnóstica no necesariamente recae o es resultado de un cuadro depresivo u otro dentro del ámbito clínico, siendo que no reúne otros criterios diagnósticos para determinarlo y el nivel de desenvolvimiento o funcionamiento social, esto es, el ejercicio de las labores personales, académicas, laborales, sociales, entre otros, se encuentra aparentemente conservado.

Entonces surgen preguntas como: ¿Por qué no consigo se feliz si, aparentemente y a criterio de muchos, tengo razones para ello?, ¿acaso no valoro mis éxitos o a quienes me rodean?, ¿por qué soy distinto/a a los demás? o ¿hay algo malo en mí?, siendo cada vez más común que, ante la falta de respuestas y el estado interior de vacío y  sufrimiento o angustia existencial, se intente acallarlo recurriendo a conductas compulsivas relacionadas con el cuidado excesivo del cuerpo, desinhibición sexual, ímpetu extremo de crecimiento profesional, incursión en abundantes actividades sociales, juegos repetitivos, consumo de drogas permitidas y no permitidas socialmente, entre otros; no obstante, pese a ello, dicho estado agobiante se mantiene o, contrario al propósito inicial, muestra una tendencia creciente, que se puede asociar con otros estados que agravan más el dicho sufrimiento.

Resulta indispensable también considerar que, en la sociedad contemporánea, en donde predomina el consumismo, se hace más frecuente que las personas experimenten un estado de confusión y vacío existencial, como resultado de la falta de un propósito de vida, siendo incentivados, entre otros, a la adopción de una actitud de conformismo y a seguir los modelos de comportamiento de personas influyentes, buscando satisfacer expectativas ajenas que han tomado como propias, renunciando progresivamente a su búsqueda del sentido personal y al despliegue de su riqueza y potencial interno.

Considerando la transitoriedad de la vida, resulta indispensable contar con un propósito ulterior que inspire nuestra existencia y motive la realización de acciones consecuentes y adopción de decisiones activas y propias, lo cual, sin duda, favorecerá un estado de bienestar personal y posibilitará hacer frente a los paradigmas sociales y desplegar el potencial interior a favor de una razón de ser o misión especial.

Cabe precisar que, los seres humanos contamos con la posibilidad siempre abierta de elegir nuestros comportamientos, pensamientos y actitudes, encontrándonos en una constante toma de decisiones, por la que se nos ha conferido la capacidad de asumir las consecuencias de ellas con un sentido de responsabilidad, por ejemplo, si no estudio para un examen obtengo una nota reprobatoria; si no acudo al trabajo, procede un descuento y así existen condicionales para nuestras decisiones adoptadas. Asimismo, la permanente libertad individual, que posibilita un ejercicio diario de ella, conlleva a contar con la oportunidad de adoptar decisiones personales cada vez más beneficiosas, que se desprendan y conlleven a un propósito de vida.

Es importante considerar que dicho propósito o sentido de vida no es una razón general, extraordinaria, abstracta, inalcanzable o alcanzable por unas cuantas y especiales personas; sino que, resulta ser una misión personal especial, que deviene de una construcción interna y con un sentido concreto para uno mismo. El referido propósito no se encuentra lejano, sino que reside en el interior y solo hace falta descubrirlo, viviendo plenamente el presente, como si se tratara de una segunda oportunidad de vida y la primera hubiese sido desacertada, buscando por tanto ser consciente de uno mismo a través de una toma de distancia temporal, a favor de encontrar una finalidad en el mundo. Para ello, es indispensable ser consciente y hacer uso de la libertad conferida y el sentido de la responsabilidad, la cual no depende de las condiciones favorables o adversidades por las que se atraviese, siendo que, aún ante ellas, la facultad humana de elección de nuestra actitud permanece intacta.

En este sentido, preguntas similares a éstas surgen a continuación: ¿Cómo hago para encontrar mi propósito de vida?, ¿cómo oriento mis decisiones hacia mi misión personal y desprendo de ellas mis acciones? o ¿dónde busco mi razón de ser, quizás solo lo consiga en la religión? Pues bien, al respecto, Víctor Frankl, fundador de la logoterapia, señala que, para encontrar el sentido de la existencia, corresponde recorrer nuestra propia jerarquía de valores y descubrir lo que es valioso para uno mismo, adoptando una postura de observador e investigador personal.

Nuestra jerarquía de valores personales, que posibilita el descubrimiento del sentido de vida, hace referencia a lo apreciado individualmente y no a los deberes éticos -morales, agrupándose a través de tres mecanismos, de acuerdo con lo siguiente:

1. Desde la creación, en este grupo de valores se encuentran nuestros aportes al mundo como, por ejemplo, escribir, reparar artefactos, dibujar, practicar deportes, cocinar, enseñar, entre otros. Un método práctico para descubrirlos puede ser que, a partir de la auto observación personal, dentro de un entorno propicio, se busque dentro de la historia personal de vida y se listen aquellos valores que resultan particularmente significativos para uno mismo. Sin embargo, de ser el caso que no se consiga la identificación inmediata o tras varios momentos de ejercicio, una buena opción lo constituye comenzar eligiendo algunas actividades que permitan contribuir con el exterior y llevarlo a la práctica hasta descubrir aquellos valores creativos que subyacen en el interior y que van posibilitando el descubrimiento de la misión personal en el mundo.    

2. Desde la experiencia, contiene a un grupo de valores que se refieren a aquello que se puede obtener del mundo a través de una acción de acogida, como por ejemplo contemplar la naturaleza, leer un libro, recrearse con expresiones artísticas y culturales, disfrutar del sentimiento por alguien, entre otros. A nivel práctico, se pueden elegir espacios de dedicación personal para recibir desde el exterior aquello que brinda la naturaleza, el arte humano, sentimientos de personas que se encuentran alrededor, entre otros y luego establecerlos dentro de una jerarquía, a fin de que nos encamine hacia el descubrimiento de nuestra razón de ser personal.

3. Desde la actitud ante el sufrimiento, dichos valores sobrevienen cuando no es posible desarrollar los dos primeros y corresponde encontrar el sentido desde el afrontamiento ante la adversidad, como el aprendizaje de la vida, encuentro de oportunidades, el sentido de superación u otros, por ejemplo, en situaciones de pérdida de un ser querido, ante un padecimiento crónico o ante una enfermedad terminal. Es allí donde nos sostenemos en el dolor, cuando descubrimos una razón para afrontarlo o llevarlo con nosotros, lo cual puede trascender la vivencia concreta hacia una dimensión de mayor espiritualidad que se constituya en una misión especial de vida.

Por tanto, hacernos cargo de nuestra existencia es una decisión que surge en el contexto de las posibilidades que la libertad posibilita y, la angustia o estado de sufrimiento generado ante la ausencia de un propósito que dirija y otorgue un marco a nuestras acciones, deviene en una oportunidad que nos impulsa hacia la acción responsable de descubrimiento de sentido personal mediante los valores de creación, experiencia y de actitud antes expuestos. Asimismo, cabe señalar que, a través del empleo de nuestros recursos existenciales como la facultad de tomar distancia temporal de lo que acontece en el presente, así como la mirada que trasciende nuestras necesidades individuales, es posible develar nuestro propósito personal existencial que brinde un sentido especial y necesario a nuestra vida, dándonos hacia ello mediante acciones incondicionales.

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